domingo, 4 de marzo de 2012

Imágenes de judíos y sus adversarios en el Holocausto: ¿los dos lados de un mismo estereotipo?


El modo en que se pinta a los judíos, sea en los medios o en la ficción, es un factor que va encadenado obligatoriamente  a demostraciones antisemitas.Hace poco me encontré con este articulo cuya premisa es una pregunta. ¿No será contraproducente hablar del Holocausto a los niños alemanes? Según el artículo la imagen de los judíos que inculcan  esas charlas puede tener efectos nocivos.  ¿No será que el  estereotipo de “victima del Holocausto” ya no se vende bien? A eso agrego otra pregunta: ¿si estereotipamos a las victimas judías no lo hacemos también con sus verdugos?

 De acuerdo al artículo,  la enseñanza obligatoria sobre el Holocausto en Alemania ha generado resultados negativos. Los alumnos se sienten cohibidos por el peso de la culpa que el tema impone sobre los alemanes, incluso sobre generaciones  alejadas (al menos cronológicamente) del Tercer Reich,   por lo que terminan odiando más a los judíos.


Por veintiún siglos al pueblo hebreo se nos ha tachado de deicidas por culpa de los desaguisados de un par de fariseos afiebrados y romanos oportunistas. Me es entonces inevitable ver cierta justicia poética en que un par de generaciones después de la caída del Tercer Reich  se siga encasquetándole  las orejas de burro a todo el pueblo germano. Pero como es injusto e insensato imputar culpas colectivas a toda una nación, me conduelo de los niños alemanes atrapados en un salón de clase (que ya es bastante tortura)  escuchando que sus bisabuelos fueron unos salvajes incivilizados.

 Imagínense que nos encerraran en un cubículo y nos bombardean por una hora diaria o semanal con acusaciones  de ser culpables de  los desmanes de todos los malos gobiernos chilenos, o de que matamos a Lautaro en el Rio Mataquito, o que destruimos la Biblioteca de Lima en  1882. Esa no es manera de enseñar, ni de informar.

Realmente, no sé cómo se puede dar una efectiva cátedra sobre el Holocausto,  ya es bastante difícil enseñárselo a nuevas generaciones de judíos. Hay demasiado énfasis en mártires y en victimarios abstractos, impersonales y anónimos. Se presta mucha atención a cifras, se cae en situaciones clichés, se le da prioridad a lo menos importante.  Un punto  estresado por el artículo es que los jóvenes alemanes saben lo que es el Holocausto, pero no quienes fueron los perjudicados. No hay un contexto que humanice a los judíos como parte de la  civilización o historia germanas. Se sabe muy poco de cultura judaica  y del judaísmo.
Albert Einstein físico judio-alemán

Felix Mendelshonn músico judío-alemán


Una de las razones  por las cuales Ana Frank sigue siendo la figura más querida  de la tragedia del Holocausto es precisamente porque su diario nos la acerca, nos la hace querible e identificable.  Esto me recuerda un capitulo de Éxodo, de Leon Uris,  la épica de la creación del estado de Israel. Uris tiene como protagonista a Kitty Fremont, una enfermera americana, cristiana y dotada de ese tibio antisemitismo  común a la gente de su época.

 La acción abre en 1946. Kitty está en Chipre trabajando en un orfanato de niños griegos. Agentes de la Mossad Aliyah Bet (en esa época a cargo del transporte clandestino de sobrevivientes del Holocausto a la Palestina británica) la contactan para trabajar en los campos de refugiados judíos. A regañadientes, Kitty acepta un tour por uno de ellos. Se le muestran horrores, pacientes destruidos por la maldad Nazi, gente inocente que ha sido el blanco de las mas viles torturas. Kitty permanece impertérrita. Sigue sin querer trabajar para “esa gente”.

Eva Marie Saint como Kitty y Jill Haworth como Karen en la versión fílmica de Exodo


Cambia de idea solo tras oír cantar a Karen Clemens, una huerfanita alemana que ha pasado la guerra oculta en Dinamarca viviendo como aria. Al no haber estado expuesta al horror de los campos y persecución, Karen es un personaje normal, optimista, con ganas de cantar y luchar. Para Kitty, Karen ya no será la “otra”, incluso le encuentra un parecido con su hija muerta. Kitty hará suya  entonces la tragedia de Karen (quien está buscando a su familia que desapareció en Alemania)  y así podrá comprender el Holocausto y a los judíos.

Lamentablemente, no todas las  representaciones del Holocausto, sobre todo en lo que se refiere al  material de espaciamiento, son así. Es una doble lastima, puesto que los jóvenes aprenden más de la ficción que de sus libros de texto. Y el cine y la literatura del Holocausto se apegan a esa formula deshumanizante de la victima y del verdugo, ambos igualmente genéricos y enigmáticos.

 Siempre me ha irritado cuando encuentro gente simplona que dice: “esas cosas solo podían pasar en Alemania”,  “¿Qué esperas de fascistas?” o “todos los Nazis eran brutos y enfermos mentales”. Esas son generalizaciones baratas que nacen de una actitud defensiva. La persona que las dice en realidad está aferrándose a este argumento: “Como yo no soy alemán, ni fascista, ni bruto, ni tarado, yo nunca haría lo que los Nazis”.

¿Qué se puede decir? El Holocausto pudo y puede volver a ocurrir en cualquier lugar del mundo si se dan las condiciones idóneas. En 1933, Alemania era el país más civilizado, tolerante y humanista de Europa. Los judíos solo componían el 1% de la población alemana, y más de la mitad de ellos estaban totalmente asimilados al modo de vida alemán. La jerarquía Nazi estaba compuesta por gente de clase media (alguna de la alta sociedad) que eran instruidos y tenían títulos universitarios de universidades importantes. Aunque había mucha neurosis ente ellos, aparte del Fuhrer, ninguno presentaba patologías que los certificase como orates.

Príncipe Cristoph de Hesse, nieto de la Reina Victoria, concuñado de la Reina Isabel de Inglatera en uniforme de las S.S.

En cuanto al  fascismo como factor que predeterminaba a matar judíos, ya he demostrado en artículos anteriores que el verdadero fascismo estaba muy lejos de ser antisemita. Incluso después de que el Duce  aprueba las Leyes Raciales, en Italia ni hubo campos de concentración ni se mató a nadie por ser judío. Al contrario, antes de la caída de Mussolini, se intentó, a veces con éxito, rescatar judíos de territorios ocupados por los Nazis.

Precisamente por esos estereotipos del Nazi como la “bestia rubia” es que se produce ese concepto de culpa colectiva y también se aumenta el número de antisemitas.  Basta mirar al rojerío anti sionista. Como  no son Nazis (ni rubios) se sienten con el derecho de decir cuanta sandez quieran sobre los judíos, incluso repetir calumnias o perpetuar estereotipos que los Nazis utilizaban. Una actitud que termina hermanando a ambas ideologías.

 Una trampa de la Izquierda es decir que solo por ser de Derechas, una persona está predispuesta a ser Nazi y antisemita. Creo que el Conde von Stauffenberg, católico y aristócrata no tenía mucho de socialista, y aun así intentó matar a Hitler. Ozcar Schindler era miembro del Partido Nazi. Pero de esos “buenos alemanes” hablaré en otra ocasión.
Claus Von Stauffenberg con sus hijos


El problema de representar a los adversarios de los judíos como esa masa homogénea con características de villanos de opereta, es que (además de predisponer en contra de las víctimas) se tiende a visualizar la situación como ocurrida un espacio lejano, pasado e irreal. El Holocausto entonces pasa a ser algo que no puede equiparase a manifestaciones antisemitas/anti sionistas del presente. Irónicamente si se puede asociar a los israelíes (y a los judíos) con “métodos Nazis”, pero no a sus enemigos a menos que sean de Derecha o tengan tendencias facistoides (una excepción es Hezbollah).

El último efecto negativo de estas generalizaciones es que se sigue “inflando” el concepto del “Ubermenchen” Nazi. Precisamente, el estereotipo  deshumanizado y remoto termina siendo idealizado como un “súper hombre” mítico, muchísimo mas interesante y atractivo que sus oscuras victimas.